Audrey, puntual como siempre, esperaba a Dan en el portal de su casa. Miraba su reloj incesantemente, los minutos pasaban lentamente y él no aparecía por ningún sitio. Cogió su bolso y sacó uno de sus preciados cigarrillos Malboro, se lo encendió y se empapó de paciencia para continuar con la espera. El cigarrillo se consumia poco a poco, hasta que ya no quedaba nada y cuando la colilla se disponía a rozar el suelo, Dan apareció por detrás.
- Buenos días, amor- dijo Dan, mientras se metía la camisa por dentro del pantalón y le daba un asombroso beso en los labios.
- Hola Dan, veo que continuas siendo tan puntual como siempre, aunque hoy noto que hay algo diferente en el ambiente.
Colillas mezcladas con noches de pasión, hicieron cómplices al sol y a la luna para ocultar la realidad.
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